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miércoles, 26 de octubre de 2011


De todas formas, ni a los muros ni a los andamios de las leyes universales podremos escapar, todo requiere de un orden, y sea para lo que sea que hayas venido al mundo no morirás sin antes probar una y otra vez las razones por las cuáles decidiste quedarte de visita por un tiempo, aquí y ahora.

No importa cuántos clavos se aten en la historia, uno siempre quedará suelto, y basta uno solo para que una muralla entera se derrumbe. Ese es el punto, no importa cuánto hayas indagado por el mundo, no importa cuánto hayas observado o experimentado, porque mucho de lo que alguna vez fue no alcanzará a trascender la inmortalidad del presente. Lo que vale más que mil palabras son las preguntas que te llevan a la trastienda de la razón y del coraje, de enfrentarse a un mundo que te marca la hora y salida del planeta, de la vanguardia, de lo que se dice, se cree o peor aún de lo que se vende. Al final del día lo único que queda es la pureza de un alma que busca respuestas a veces sin tener preguntas, un ser que se prometió a si mismo no verse como los demás.

Pasará una vida entera y llegará el momento en que nos daremos cuenta que a esas preguntas volátiles no se les halló ninguna respuesta pura, directa, y eterna. Sin embargo, no hay vida sin preguntas, quizás unos lo hagan más que otros y otros simplemente vivan para lanzarse al vacío, pero son tan necesarias que ocupan casi el mismo lugar que el amor. Sí es eso cierto de que a todos se nos guarda un espacio o un instante cumbre antes de experimentar la muerte, entonces justo antes de que nuestros ojos se adormezcan revelarán las diapositivas de una memoria al borde del abismo, para mostrarnos que la vida fue realmente algo existencial, sea metafísico o no es necesario ver que la vida fue una dedicación mortal a una búsqueda espiritual que nunca terminó, entonces nada será en vano. Eso para mí es mucho más valioso que aquel que paso una vida entera hartándose de lo que creía, pobre de aquél porque nunca experimentó la dificultad de resolver algo ante la inmensidad de un mundo cuya ambigüedad solo le dejó sabores insatisfechos. 

Todo pasa, y solo se quedan las fábulas de una inocencia que aprendió con todo lo concebido e inventado hasta el momento, pero que no nos de miedo ir más allá con tal de no derrumbar aquellas creencias, y dado que el espacio y el tiempo no lo muestran todo  entonces que todo eso que se muestra a medias se vuelva algo básico para recordar lo que alguna vez fuimos cuándo empezamos la intensa búsqueda. Simplemente se parte de algo hipotético, pero qué puede ser más difícil e hipotético en la vida que nosotros mismos, es por ahí dónde debemos empezar, creo que es necesario ser un bloque de concreto y sangre que experimenta sentimientos, ideas y desahogos, lo de afuera siempre será variable, pero si nos conocemos a nosotros mismos será más fácil comprender lo que la vida misma no puede explicar por sí sola.