Ella sube la voz y me duele algo, me siento tan pequeña que soy todo silencio. No soy capaz de mirarla a los ojos y creo que es porque ya no logro sentirme más culpable y es que ahora solo puedo llenarme de rabia.
Tantos años pensando en los demás, en sus gritos y nunca en los míos,
en lo que les duele,
en lo que piensan,
en lo que creen,
pero mientras tanto yo me ahogo.
No me suban más la voz y aguarden sin esperar nada,
es preferible eso a que un cura desconocido
más adelante pida por mí un minuto de silencio.
Sin embargo, porqué un cura tendría que hacerlo por mí,
claro, lo olvidaba, primero tengo que morirme.
No griten si no es necesario, que digan lo que digan
igual nos va a doler.
Me he sentido muy identificada, y la última frase es una delicia.
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Me siento identificada con esta entrada. Solemos centrarnos en lo que les ocurre a los demás, nos gusta ayudar y que nos ayuden pero es que no nos damos cuenta que aveces nadie nos ayuda.
ResponderEliminarPasate cuando puedas.
UN BESAZO!