Un viaje de mi leguas

Viajar es siempre una odisea, aunque no hayan sirenas que encanten o mares furiosos como los que contaba Homero en sus cantos épicos, pero que más encanto que el paisaje en tu rostro o tus manos en el viento desde una pequeña ventana, sintiéndote libre y fugaz. Ver la gente en las carreteras, los árboles, la solemnidad de los lugares a dónde el hombre aún no ha puesto su terrible mano, las frutas en el camino, los lugares en donde papá siempre para a tomar y a comer algo y por supuesto las largas charlas, siempre hay un tema, siempre hay uno para saborearlo por el camino, las palabras nunca son ácidas y banales, las palabras que salen viajando son  siempre poderosas para mí, como lo son las palabras que te pueden salir en el consultorio de un psicólogo y es que siempre aprendes algo nuevo, y toda va desde un simple punto de vista nuevo, una recapacitación o las favoritas fábulas de la familia, de esas que nunca se dejarán de recordar.

Ojalá mis viajes nunca terminaran, ir de un lugar a otro siempre me ha llamado la atención, puede que sean viajes no muy modestos para mucha gente, pero mis padres me han enseñado a ver la vida desde esa pequeña ventana del auto, donde se ve el campo y el trabajo de la gente, donde el mundo que respiras no es como lo piensas, ese mundo color rosa que ves a diario desde la comodidad de tu casa nunca será el mismo en otro lugar, este cambia y se transforma pero siempre es lindo, quizás también sea porque los primeros recuerdos que tengo de vida son visitando lugares inhóspitos para muchos, las paradas, los lugares, la comida, la gente, siempre todo cambiaba para darme una nueva sensación.

El viaje más recordado lo revivo cada vez que miro al cielo, porque cuando tenía 10 años mis padres y mis tíos alquilaron una hermosa finca en un pueblito muy pequeño del eje cafetero, que quedaba siempre a una distancia considerable de una pequeña avenida que conducía a un parque natural conocido como el parque del café. Un día de regreso de aquel parque nos fuimos todos caminando hasta la finca, mientras caminábamos nos reíamos de todo, comentábamos y hablábamos sin césar, era de noche y parecía como si una enorme y eterna capa negra con muchos puntos brillantes nos cobijara, era un avistamiento hermoso, y todos caminábamos mirando hacia arriba mientras los campos de siembra al lado y lado del camino nos observaban. Fue ahí entonces cuando mire mi primera estrella fugaz (Eso sonó tan romántico y estúpido) pero fue lindo, porque creí por mucho tiempo que era algo que solo se podía ver una vez en millones de años, no sé si fui la única que la vi, pero callé y no conté porque quería evitarme la pregunta maldita acerca de aquel deseo que imploré. Pero si pudiese devolver el tiempo, mi único deseo sería que ese momento se repitiera en mi vida una y otra vez. Pero nada sucede dos veces del mismo modo, la vida me tiene más viajes y quizás uno de esos tantos que quiero para mi vida esté más cerca de lo que puedo llegar a imaginarme, quién sabe.